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miércoles, 11 de noviembre de 2015

                                                             "Soy yo y mi conciencia"
“Soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo” –Dice J. Ortega y Gasset-, refiriéndose al enjuiciamiento del hombre por el hombre, tal vez inclusive, sin ser ese su propósito, desde una perspectiva psicoterapéutica. Su cita podemos aplicarla a la luz, tanto del pasado como del presente en el que se ve inmerso todo ser humano. En esas circunstancias ajenas a él, no controladas ni escogidas y que influyen indiscutiblemente en su concepto de realidad que no es independiente de su ser y por ende de sus actos; es por ello quizá, que añade a su cita [“…y si no la salvo a ella no me salvo yo”]. Es decir; La circunstancia no justifica todo aquello que hayamos hecho bien o mal, sin embargo nos ayuda a comprender el por qué actuamos de determinada manera y así, en base a un honesto escrutinio de nuestro ayer, reconciliarnos con el hoy que es el que realmente nos identifica y describe tal cual somos.
“El hombre es producto del sistema en que está inmerso en su presente, no necesaria y fatalmente en el que se crió; y ese sistema es construido y/o transformado por su conciencia, si voluntariamente así se desea, para ser verdaderamente libre” -dice Arturo Hernández-.
¿Porqué un hombre, independientemente de su status socio-económico-cultural, actúa de forma diferente automáticamente y en el mismísimo instante en que cruza la frontera hacia un país extranjero? Sin duda alguna porque en ese momento se comienza a identificar con un subsistema desconocido en la praxis, pero al que se tiene que adaptar resguardando su propia identidad.
Todo hombre y mujer es poseedor innato de algo que se llama conciencia, misma que “le grita” cuando está a punto de hacer algo mal (o ya lo hizo). Y es esa conciencia lo que realmente le da identidad propia a la persona. No “nivel de conciencia” como lo vende la New Edge; la conciencia no tiene niveles, es de un solo escalón y todos la poseemos, así que “la circunstancia” o el “sistema” son factores endógenos que pasan a ser secundarios, no son determinantes ni mucho menos fatalistas. Es por ello que Arturo Hernández asegura: “Soy yo y mi conciencia”.
Que se silencie deliberadamente esa voz interna llamada conciencia –que hace referencia a un conocimiento del bien y del mal-, es otra cosa, para dar entrada al relativismo, que es tan solo una de las más graves causas del autoengaño en el mundo; ¿Robo ante la oportunidad, porque si no lo hago yo, otro lo hará? ¿Me adhiero a la corrupción, porque de otra forma no puedo avanzar? ¿Tengo dos o más mujeres porque a la que digo amar y con la que compartimos nuestras vidas “no me entiende”? ¿Mato porque me lo exigen los que dirigen el mundo y enmascaran sus intereses personales en “la patria”? ¿Soy así porque esa es mi herencia socio-cultural y familiar y no puedo ser otro?
“De que lloren en mi casa, a que lloren en la tuya…que lloren en la tuya” es una de las máximas sostenidas en la vox populi, que describe fielmente los más obscuros sentimientos en que vive gran parte de los habitantes del planeta y que se encuentra a punto de turrón para el colapso universal.
En todas éstas reflexiones hay algo que interviene de manera definitiva además de la conciencia; La educación. Es por ello que a mayores intereses de unos cuantos, mayor control sobre la ignorancia de la mayoría. La “Ley del hombre”, enjuicia y castiga en muchas ocasiones “al ignorante” no al que lo mantiene en su ignorancia y por ende en su pobreza material, cultural, física y espiritual.
Ciertamente, así como existe el bien personificado y que tiene millones de nombres y apellidos (afortunadamente), también existe el mal per se y sus esbirros en el planeta, eso es indudable.
El mundo se encuentra en una tercera guerra mundial “a cachitos”, a episodios, pero… de que estamos desde hace décadas en una conflagración mundial, lo estamos. Ignorante y/o tonto es el que no lo ve así. Misma que en cualquier momento puede desatarse y “formalizarse” con una declaración de guerra, utilizando las armas de destrucción masiva más diabólicas que jamás el mundo imaginó ni en sueños malhadados de los hombres más malvados que la historia pueda, juntos registrar; Hitler, Stalin, Atila, Nerón y decenas de hombres (y mujeres) en éstos momentos, más podrían ser -válgame la expresión-, candidatos a beatificación, en comparación con la abominación de “seres” que no se podrían considerar humanos en la actualidad –literal-.
La destrucción del mundo tal y como hoy lo conocemos, es inminente si el hombre no toma conciencia de sí mismo y comienza cambiando su propia realidad y la de su área de influencia como lo es su familia de manera primordial, para así, como consecuencia infalible, cambiar la nefasta realidad del planeta. Es tiempo de profunda reflexión, oración y acción. Es momento de darse cuenta que la vida es maravillosa y sagrada.
(Prólogo de "Aprendiendo a edificar del pasado" -Arturo Hernández-)

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