Translate

martes, 15 de diciembre de 2015

LA PIRINOLA

Capítulo 5 de "Érase una vez... una chica sin nombre"
(Disponible en Amazon.com)
Todo estaba dispuesto en punto de las ocho de la mañana de ese lluvioso día de fines de verano para la reunión anual de altos ejecutivos de HUNICACORP. En la enorme y elegante mesa de ébano de la sala de juntas, humeaban varias tazas de café solicitadas por esos hombres que estaban en la mira constante de los headhunters, codiciados por grandes empresas globales debido a su capacidad de dirección, disciplina y habilidades para el logro de resultados.
Esa húmeda pero hermosa mañana, en el séptimo piso del elegante edificio corporativo, decidirían el posible ascenso jerárquico de los candidatos clave de la organización, en función a los gráficos que arrojaba de cada uno, el sistema de evaluación del desempeño de HayGroup con que contaba la exitosa y reconocida empresa de clase mundial.
Comenzaba la reunión tan esperada por muchos gerentes de zona, distribuidos estratégicamente a lo largo y ancho de la república y que con ansía esperarían la noticia de “listo para su promoción”, “permanece en su puesto” o “transferencia horizontal”. A estos candidatos (quienes no podían estar presentes en esa reunión), se les denominaba “Linces” en un código no escrito de los altos mandos, que significaba que éstos ejecutivos de medio nivel tenían experiencia y una visión amplia del negocio de la famosa trasnacional y que, en base a resultados, serían considerables candidatos para un ascenso en el escalafón de mando tan codiciado en la organización.
Se analizaría con lupa a todos aquéllos que tenían amplias posibilidades de llegar algún día a “Águila”. No sin pasar por “Tigre”, “Lobo”, “Gacela” y hasta “Cóndor”, éste último, reservado exclusivamente en reuniones de accionistas para seleccionar, en caso dado, al director general Corporativo del emporio estadounidense.
El “Lince” ciertamente era el más bajo en la semiótica de los jefes, pero ser llamado así, implicaba el orgullo de ser de los pocos visualizados (tres en total) entre decenas de gerentes regionales con resultados dignos de revisión por los jerarcas de HUNICACORP y con alta probabilidad de llegar a ser enclaves en alguna de las diecisiete divisiones que conformaban el holding con presencia en los cinco continentes.
En punto de las 8 am dio comienzo la reunión liderada por Israel, el director divisional, quien tenía un peso específico, más no dictatorial para los nuevos nombramientos.
Transcurrida más de media mañana, llegó el turno de hablar del desempeño de Alberto, el gerente de la zona Centro-Occidente de la empresa.
El Caballo Bronco.
-Ese “Caballo Bronco” no está listo. Comentó Abelardo, el contralor general de la división al aparecer el gráfico de resultados de Alberto en pantalla.
“El Caballo Bronco”… extraño mote si tomamos en cuenta que en HUNICACORP no existía ese código en la evaluación del desempeño, así que todos soltaron una sonora carcajada por la que parecía ser una ocurrencia de uno de los hombres más temidos en la empresa, tanto por su nivel y posición en la estructura organizacional, como por ser el “detective” de todas las operaciones financieras y el control administrativo de la división. Era muy sabido en toda la república, que donde se presentara personalmente Abelardo, habría “varios caídos”, bajas, “muertos”, “pelas” pues era un hombre muy celoso de su trabajo y rara vez fallaba en las auditorías internas en donde iba a la caza de algún ejecutivo que no estaba haciendo bien su trabajo administrativo y control financiero, no necesariamente con dolo, pues la selección de personal de HUNICACORP se consideraba una de las más estrictas e infalibles del país para seleccionar a lo mejor del mercado laboral.
Abelardo disfrutaba se puede decir, de una manera sádica, cuando rompía con la trayectoria de todo aquél ejecutivo que, para su infortunio apareciera en su “lista negra”, no importando antigüedad o resultados en la empresa. Una vez puesta la mira de Abelardo, era muy difícil que no diera en el blanco.
-Explícate Abelardo. Increpó Israel, después de dar un sorbo al café importado de tierras colombianas especialmente para él y sus subordinados directos.
-No creo que esté preparado. Contestó Abelardo.
-¿Por qué? Preguntó nuevamente el director divisional; Si sus resultados en pantalla claramente avalan que es un “Lince” y no un “Caballo Bronco” como tú acabas de bautizarlo, dijo con cierto sarcasmo.
-Le llama así…-, se adelantó a contestar Rubén, el gerente de área, porque no es un muchacho que se discipline fácilmente y Abelardo jamás ha podido domarlo.
Soltaron nuevamente la carcajada, todos los ahí presentes, pues además de lidiar con un código no establecido, se aumentaba otro paradigma: “domar”.
-¿Aparte de atarantarte con números, ahora te dedicas a la “doma de caballos” Abelardo?- Mencionó un tanto divertido Israel, que veía como un rompehielos el giro que había tomado la reunión.
-Bueno, es que ustedes no tienen que batallar con él- Mencionó Abelardo, un tanto molesto por el comentario de Rubén, quien entre pasillos era considerado una “Águila” y posible sucesor de Israel.
- Se brinca todas las “trancas”-. Continuó Abelardo, y soltaron una vez más sonoras risotadas, pues en lugar de reunión de revisión del desempeño de una seria y muy bien posicionada empresa, se estaba convirtiendo aquello en una reunión de cowboys en cantina de pueblo.
- No respeta reglas, jerarquías ni políticas de la empresa- Aclarando la garganta continuó Abelardo visiblemente molesto. -No respeta a nadie, es irreverente. ¡Casi me reta a golpes en la última Convención Nacional de Ventas! –Mencionó visiblemente indignado.
-¿Ahora tenemos a un boxeador en potencia? ¡Vaya! Se pone interesante ése tal Alberto-, mencionó nuevamente muy divertido Israel, seguido nuevamente por risas más discretas de los presentes, pues se estaba calentado la reunión y se antojaba un tanto diferente ese coloquio al acostumbrado.
-Ustedes conocen las normas y procedimientos de la Compañía y Alberto se las pasa por el arco del triunfo, y mi función es evitar precisamente ese tipo de indisciplinas- Continuó Abelardo, a la vez que, como tenía acostumbrado, sacaba de su portafolios un legajo de papeles, aptitud y actitud típica de los contralores que todo lo quieren mostrar con evidencias irrefutables, como fiscal en juicio ante un tribunal superior.
-Alberto- Dijo a paso seguido, -es el gerente que más nos cuesta en la división. Tanto sus gastos de viaje como de representación son excesivos. Se acaba los vehículos en dos años, se ha confrontado con toda la competencia de su zona con actitudes por demás cuestionables argumentando competencia desleal de los mismos y lo más grave: toma costosas decisiones que salen de su ámbito y las ejecuta antes de ser autorizadas por su gerente de distrito, dejando más que claro que no respeta niveles ni jerarquías-, concluyó enfáticamente.
¡Gulp!.
Israel ya no rió. Adoptó el rictus que le caracterizaba cuando algo no le gustaba. Hubo un espacio de silencio que parecía que iba a terminar en el despido de Alberto.
-Te recuerdo Abelardo-, se adelantó la voz de Rubén nuevamente, en una actitud franca de la seriedad que ameritaban las acusaciones sobre su, en varios escalafones, subalterno Alberto - que en varias ocasiones lo has acusado en falso ¡en mi presencia y varios contralores de la división! …Creo que no soportas su estilo, y menos que falles en tus apreciaciones. Alberto ciertamente es irreverente cuando se sabe agredido con falsos argumentos, ¿quién no? preguntó. La ocasión que te retó yo mismo intervine ¿recuerdas?, le pusiste una lámpara en la cara en una reunión formal jugando al “interrogatorio”, muy a tu estilo, y por supuesto que no le gustó. Considero que tus comentarios sobre Alberto, obedecen más a un duelo no declarado entre ambos, que a situaciones objetivas.
-Además-, continuó Rubén, -me permito recordarte que ese “Caballo Bronco” como tú le llamas, tiene el récord en cuatro años continuos de la zona de mayor crecimiento sostenido en la república, tiene la más alta calificación en el rubro de liderazgo, viaja un promedio de 7000 km mensuales por carretera y efectivamente no respeta normas pues hasta de noche maneja cuando sabe que eso está prohibido por la Compañía. Sin embargo en esos desacatos se basan sus resultados. Por lo que te voy a pedir, que si no tienes sustento para demostrar alguna acusación grave contra él, te abstengas en ésta mesa de hacer esos comentarios y analices de manera sistémica su desempeño-, concluyó.
Abelardo cayó metafóricamente ante los argumentos de Rubén y…calló en lo que respecta al tema de Alberto muy a su pesar, y no dijo más palabra alguna.
Ahí terminó la reunión, al menos en lo que concernía al desempeño de Alberto.
La cotidianeidad del trabajo.
La mañana comenzó como prácticamente todos los días en la oficina de Alberto...discutiendo a primera hora al teléfono, caminando de un lado a otro como neófito padre en sala de espera.
-¡No me importa si tienes que alquilar un tren, un avión o un burro y menos me importa que no sea día de distribución a mi zona! Me mandas inmediatamente ese producto o en este momento alquilo un “rabón” con cargo a tu centro de costos para tenerlo aquí a más tardar a mediodía. No voy a permitir que se ponga en juego la vida de ningún paciente de nuestros clientes porque “hoy no me toca”, ¿lo entiendes?-, Y colgó el teléfono sin dar oportunidad a contrarréplica.
Alberto contaba a sus 32 años de edad, 4 laborando para HUNICACORP. Había pasado a los seis meses de su ingreso a la compañía por dos puestos anteriores antes de ser nombrado gerente regional, tiempo considerado récord en una empresa reconocida a nivel nacional de absoluta presión, misma que ya comenzaba a hacer estragos en su salud a pesar de su juventud y ser un disciplinado deportista, debido al estrés que día con día, semana con semana y mes tras mes, implicaba el seguimiento de las gráficas de resultados emanados de su perfil de puestos y manual de funciones.
Reflexión de vida laboral.
-¿Vale la pena? dijo para sí, después de tomar asiento en su sillón ejecutivo de piel auténtica, mismo que le hizo recordar una máxima: “Del tamaño del respaldo del sillón de un ejecutivo, es el tamaño del miedo que tiene a que se descubra su ineptitud”.
-¿Hacia dónde voy? ¿Qué es lo que quiero? ¿Estoy “viviendo” realmente? ¿Existo acaso? ¿¿Dónde quiero estar en 20 años? Y sobre todo ¿Cómo quiero estar?- Eran las preguntas que tenían meses taladrando su cerebro.
Ciertamente le gustaba su trabajo. La posición socio-económica que le daba el mismo, estaba muy por encima del promedio del mercado laboral nacional, amén del amor que tenía por la libertad que le proporcionaba su puesto, pues a la empresa no le importaba dónde estaba, qué estaba haciendo o con quién o quienes se encontraba en cualquier momento de su jornada laboral. A la empresa única y exclusivamente le importaba el cumplimiento de los resultados del PAVA (Plan Anual de Ventas y Administración).
Alberto no lograba comprender cómo era posible que a esa edad, tuviera colegas ex alumnos de la facultad y amigos que decían odiar su trabajo. -¿Cómo crees que voy a perder los siete años de antigüedad que tengo? (!!!!)-, eran las respuestas casi generalizadas ante la pregunta: -¿Por qué no renuncias y buscas alternativas que te hagan feliz y realizado, y dejas de quejarte?-.
¿A qué jugaban ésos jóvenes? ¿Qué miserable vida les deparaba el destino y/o sus decisiones? Respetaba el sentir al respecto de sus amigos, aún cuando no fuera empático con su parecer. La vida para él, estaba hecha para correr riesgos, triunfos y fracasos, adrenalina en todo momento, escapar del status quo, no para seguir un “caminito seguro” que resumía en una sola palabra: Mediocridad. Arriba o abajo-era su pensamiento-, JAMÁS en medio.
Tenía capacidades, habilidades, carisma…eso no lo dudaba a pesar de sus miedos nacidos de las huellas de abandono marcadas como paso de gigante en su alma. Huellas que todo nacido en éste mundo llevaba, unos más, otros menos pero finalmente todos lidiando con sus monstruos. Pero… ¿dejaría los mejores años de su vida en ésa organización? ¿Sería siempre el peón – tallado en hermoso jade, pero finalmente peón-, de los ególatras y caníbales accionistas, dueños de las grandes corporaciones? O se lanzaría con valentía a hacer lo que él siempre quisiera de su vida, con los riesgos y responsabilidad que eso conlleva.
Alberto venía cabildeando entre su discernimiento y su intuición, noches enteras. ¿Qué significado tenía la vida? Habían pasado los años maravillosos de escuela, de serenatas y canciones, de atardeceres en el césped de los jardines de su facultad, de bellos romances, juegos de vida y sueños…esos sueños que hacen al joven ser joven.
Ahora tenía familia, una esposa y dos hijos maravillosos que necesitaban el sustento y seguridad que el trabajo del jefe de familia proveía al hogar. Le estaba ganando la partida la cruda realidad de la vida; trabajar, trabajar y después de trabajar, descansar trabajando.
Fijó  mente y conciencia en su esposa, a quien no le estaba dando lo mejor de su vida…su propio tiempo y atención, entre muchas cosas más.
Sacó del cajón de su escritorio, aquél viejo cuaderno de pasta escarlata, en donde plasmaba sus más íntimos manuscritos, secretos y canciones. Abrió el mismo en una página en donde se encontraba una de las canciones que le había compuesto a su esposa. Leyó y tarareó mentalmente aquella pieza con un gran dejo de tristeza, pues entre él y la madre de sus hijos cada día se iban separando sus almas, de manera casi imperceptible como niebla tenue que no permite ver con claridad el camino. Recorrió aquéllas líneas en el amarillento cuaderno, sintiendo el frío que la soledad acusa:
“Yo no sé, cuántas veces señora…me he olvidado de ti.
Yo no sé, cuántas veces mi tiempo…sin querer lo perdí.
Encerrado en un mundo de lucha…por pan y posición.
Olvidando que tú estás en casa…esperándome amor.
Y después…quiero ir al sillón.
Y dormir…pues mañana hay acción.
Yo no sé, cuántas veces  olvido  decirte…
Que te quiero y a Dios yo bendigo, por tenernos los dos.
Que mi vida no tiene sentido, si no tengo tu calor.
Que mi alma se siente asolada, si no escucho tu voz.
Ya lo ves…lo he olvidado otra vez.
Pero cree que es verdad mi querer.
Yo no sé, cuántas veces desvelo tu descanso mi vida.
Yo no sé, cuántas veces preguntas, sin respuesta mejor.
Y levantas plegarias al cielo, presintiendo lo peor.
Y tu voz solo pide en silencio, que me cuide El Señor.
Ya lo ves, lo he olvidado otra vez. Pero cree, que es verdad mi querer…”
¡Hey, despierta!.
-¿Otra vez discutiendo? Hasta la calle escuché tus gritos-, lo sacó de sus cavilaciones la voz de su jefe inmediato superior, aquél gerente de distrito de baja estatura, de grandes gafas e inteligente mirada.
-¡Qui´hubo pinche Paco!, no asustes cabrón que de por sí estás feeeeeo como pegarle a Dios- Respondió Alberto con una amplia sonrisa a la vez que le daba un fuerte y sincero abrazo al recién llegado de la ciudad de Guadalajara, escondiendo tras una máscara de felicidad, el dolor de lo acabado de leer. Existía entre jefe y subordinado, esa empatía y simpatía que sólo da la confianza de ser un verdadero equipo de trabajo.
-Por supuesto Paco, ya conoces la mentalidad cuadrada de los gerentes de planta aún cuando tienen en su “call book” los planes de contingencia. No entienden los cabrones-, respondió.
-Está bien, está bien…dame el formato para firmar yo también- Dijo Paco al tiempo que llamaba a la auxiliar administrativa que se ponía a temblar día tras día para dar explicaciones telefónicas al corporativo de los actos de su jefe, pues Alberto asistía lo indispensable a su oficina, era de los ejecutivos que se “ensuciaban los zapatos” y no existía en ese entonces la tecnología de comunicación para vigilar, como hoy en día, hasta a qué hora vas a poner cara venuda y colorada en tus necesidades fisiológicas (¡Já!).
- “El Caballo Bronco”- Dijo Paco entre dientes una vez firmado el documento y soltó la carcajada… ¡pero en serio!, casi al borde de las lágrimas que no podía contener ante la hilaridad que le provocaba el mote que le pusieron a su amigo y subalterno en la ciudad de México y que a esas alturas (quince días transcurridos) ya se había difundido entre todos los gerentes de distrito de la república.
- ¿De qué me hablas?- Dijo Alberto sin comprender el motivo de la risa de su jefe.
-Después de trabajar te invito una copa en la noche y ahí te explicaré- Y partieron hacia Los Azufres, a resolver un problema de la Planta Geotérmica de CFE, enclavada en una de las zonas más hermosas del estado de Michoacán.
La desilusión.
Al centro de la vista panorámica, destacaba la hermosa e iluminada Catedral de Morelia en una noche llena de estrellas y totalmente despejada.
Desde el bar del exclusivo hotel Villa Montaña -el lugar preferido de hospedaje de todos los ejecutivos que visitaban frecuentemente la zona de Alberto-, se podía disfrutar de un buen tinto, en un ambiente que invitaba a la reflexión a quien se encontraba en tan bello lugar, casi el misticismo para quien, en solitario degustaba de su bebida preferida. Al fondo del pasillo, el piano esparcía en el tibio viento, hermosas melodías que invitaban al romanticismo de las parejas, básicamente del extranjero que visitaban la colonial ciudad. Además era un lugar perfecto para tratar temas serios y de trascendencia para las decisiones estratégicas que tenían que ver con HUNICACORP en esa zona de alto crecimiento en el mercado.
-Tómate un tequila, lo vas a necesitar- Comenzó el coloquio Paco.
-Tendrás que esperar un año más- Continuó en un tono serio y que denotaba su también sincero desacuerdo en la decisión tomada en las oficinas corporativas, mientras el mesero servía las bebidas solicitadas. A grandes rasgos le contó lo sucedido en esa reunión y que a su vez, le había transmitido Rubén.
Alberto, con una calma que sorprendió a Paco, bebió de su copa y le dijo: -Sabes cómo aprecio a ésta Compañía, mi gran escuela profesional. Sabes cómo valoro a todo mi equipo de trabajo y el orgullo de pertenecer a una empresa de élite. Tienes la seguridad de mi aprecio por tu amistad y apoyo laboral… ¿De acuerdo?- Asintió Paco con un movimiento de cabeza y con mirada inquisitiva.
Pidió otra copa de Cabernet Sauvignon y se dirigió al barman:
–Traiga otra a mi amigo, que ahora él es el que la va a necesitar…! Y de mezcal rebajadito con aguardiente, con un piquetito de alcohol del 96 pa´que amarre!- Gritó al mesero que diligentemente acataría la solicitud y discretamente sonrió (y más de algún comensal también). Paco sonriente dijo:
 -Nunca cambies cabrón, aparte de hacerme pasar vergüenzas, me haces reír y mucho-.
La decisión.
-¿Sabes Paco? El mundo es una selva, una jungla en donde a cada paso que des, te puedes encontrar con un gran peligro o el más bello paraje. Particularmente mi visión del mismo, es que en ésta enorme jungla, existe un puñado de domadores y el resto son animales domesticados. Yo soy efectivamente un caballo bronco que jamás será domado, no pretendo entregar mi vida a una empresa que a contentillo de los jefes en turno, decidan mi futuro laboral. Te anuncio informalmente mi retiro de la compañía para el 31 de diciembre del próximo año si no me dan el puesto de gerente de distrito en cualquier zona del país-.
Paco, conociendo profundamente a Alberto, lo tomó en serio, sin embargo, esbozando una gran sonrisa dijo:
 –No bromees Alberto, falta más de un año para que te retires según tu dicho, te prometo que cuando menos, estarás al mando de una planta ¿ok?-.
-No es negociable- Concluyó Alberto y continuaron disfrutando de la hermosa vista del hotel y de una que otra gringita que correspondía al alza de copas a distancia con pícara sonrisa… charlando de diferentes temas, menos de lo laboral.
Al año siguiente…
- Cierren esa puerta- se escuchó la voz de Rubén, siendo las 8 am en punto, quien generalmente presidia todas las reuniones anuales de resultados en la última semana del mes de noviembre, acompañado frecuentemente por ejecutivos de primer nivel de la empresa, directivos de unidades de apoyo y logística. Esas reuniones se caracterizaban especialmente por una mayor presión. ¡Era una compañía de presión, todos lo sabían! la palabra presión estaba metida en la mente y hasta las venas de todos los empleados, particularmente los ejecutivos responsables de alcanzar los resultados del PAVA. Al salir de las juntas de cada mes ante la pregunta de rigor “¿Cómo te fue?” – ¡Cobro la siguiente quincena! –, era la respuesta de quienes habían salido librados de presentarse a recursos humanos para el correspondiente finiquito… con mayor razón el estrés hacía presa de los gerentes en la última reunión del año.
En esa junta se revisaban absolutamente todos los rubros de cada zona. Desde rotación en almacenes, ventas, administración, costos de operación, proyecciones, necesidades de capacitación y todo lo que tuviere que ver con el crecimiento y posicionamiento en el mercado de HUNICACORP.
Una vez cerrada esa puerta a las 8 am en punto, quien no hubiere llegado a tiempo sufría las consecuencias de ese retardo, que podía ser desde un muy severo llamado de atención y hasta el temido y frío despido, sin importar posición ni antigüedad.
-Caballeros…!bienvenidos al callejón de los madrazos! –, era el saludo y bienvenida de Rubén a los presentes cada fin de año.
Eran eternas esas reuniones pero pasaban como en un santiamén, pues no había espacio para el aburrimiento. Los presentes sabían que debían poner toda su atención y aprender de los errores cometidos por compañeros de batalla para que cuando pasaran al frente a realizar su propia presentación no se fuera a pasar ningún detalle, debía ser impecable, sin margen a error. Generalmente se encargaba comida rápida para no detener el ritmo y poder salir a buena hora por la noche a fin de que, a manera de recompensa por el esfuerzo de los presentes, asistir al mejor de los restaurantes, bares o cualquier lugar de la Perla Tapatía en dónde poder hacer catarsis después de una jornada laboral extremadamente pesada y llena de estrés.
Ese día fue la excepción pues alguna emergencia de los directores les obligó a dar espacio de una hora a los gerentes para que salieran a comer y regresar en punto de las 6 pm.
Alberto se le pegó a Rodolfo, un compañero con el cual tenía una gran empatía y conocía a la perfección la ciudad y sus lugares para comer.

El niño del crucero.
De regreso, en un crucero de la avenida Lázaro Cárdenas a la altura de Ciudad Industrial, se encontraba un pequeñín vendiendo pirinolas…sí, pirinolas. Esos trompos de seis caras en desuso que determinan la suerte en un juego infantil de “apuestas” generalmente de canicas, fichas o cualesquier fruslería que a los “niños de ayer” entretenían a falta (Bendito sea Dios) de Play Station, X-Box, Wii y esas consolas más adictivas que los juegos de azar para un tahúr.
Era una pirinola común, pero con una característica que le llamó la atención a Alberto: Eran enormes y multicolores, tenían el tamaño de un envase plástico de un galón de agua que se vende hoy en día a precio de oro, sí… ¡el agua a precio de oro! (hay mercados de consumo que resultan inexplicables). Las abuelas se hubieran hecho millonarias si envasaran y comercializaran su refrescante agua de piedra volcánica de destilar ¿Cómo no se les ocurrió?
¿Por qué compró una de esas pirinolas? No sabía si por ayudar un poco a ese angelito, o para dar a conocer a sus hijos ese “mazo de suerte” a quienes más bien les llevaba después de cada viaje algún presente más ad hoc como “Los Caballeros del Zodíaco” o personajes de los “ThunderCats”.
Seguramente por la primera razón, pues sus hijos ya estaban contaminados con “Mario Bros” en su Nintendo. Pero lo más raro para él mismo fue que al llegar a las instalaciones de la empresa, llevó consigo la bromosa pirinola, en lugar de dejarla en su auto, incluso escondida bajo su saco, misma que introdujo sigilosamente en la sala de juntas y colocó bajo la mesa en el extremo donde tenía su lugar. ¿Para qué? …Sin querer, la pirinola iba a ser protagonista de una de las más inolvidables anécdotas de la empresa y que confirmaría que Alberto era un caballo bronco.
Una vez expuestos los resultados de todos los presentes, Alberto, a sabiendas que no era el momento de tratar el tema de su ascenso, sin más se dirigió a Rubén y sin rodeos le preguntó del resultado de la reunión de evaluación que había pasado la semana inmediata anterior en la ciudad de México… ¡Frente a todos! (“Crazy Horse”, sería ahora su mote ¡Já!).
Rubén, visiblemente molesto le dijo que no sabía, dirigiendo su mirada a Roberto y Paco, jefes en escalafón de Alberto, quienes de igual manera sorprendidos y tal vez para no discutir el tema en público, se miraron uno a otro y casi al unísono dijeron “no saber” del resultado tampoco, que ya investigarían y le harían saber en su momento el resultado.
Alberto sabía que lo sabían, sin embargo ante esa respuesta, de repente recordó que tenía la pirinola bajo la mesa (sin albur) y también tenía en conciencia que su pregunta no era más que retórica entre ambas partes, pues él hacía tiempo que había tomado la decisión de renunciar independientemente del resultado de su evaluación anual, así que…
¡A girar!.
No daban crédito a lo que veían. Todos los presentes se quedaron mudos, literal, ante ¡UNA PIRINOLA MULTICOLOR GIRANDO Y RECORRIENDO LA MESA!
Había un total silencio en la sala, solamente se escuchaba la puntilla de la pirinola en fricción con la enorme superficie de caoba, que por increíble que parezca, la recorrió por todo lo largo y ancho de la misma…girando y girando, rodando y recorriendo caprichosamente el frente de cada uno de los ejecutivos que seguían como aletargados ante un espectro que de pronto se les hubiera aparecido.
-¡Qué les parece si dejamos que la suerte decida!- había dicho Alberto antes de sacar la pirinola (otra vez, sin albur) y sus palabras llegaron como en un filme con audio retrasado a los oídos de aquéllos hombres, sin saber cómo ni en qué momento había sacado inesperadamente aquél instrumento haciéndolo girar con gran fruición y que desentonaba por completo en esa reunión de fin de año.
Rodolfo fue el primero en soltar la más sonora carcajada que se le había escuchado. Acto seguido, Rubén lo secundó, continuó Paco y así sucesivamente todos los presentes que poco a poco iban comprendiendo que no era una visión lo que sus ojos veían. ¡Era una pirinola girando en una reunión formal de ejecutivos!
¿De dónde salió? ¿Cómo apareció? No importaba ya. Simplemente todos estaban retorcidos en sus asientos y más de alguno sin poder hablar, con los ojos lagrimando por la hilaridad que el inesperado y súbito suceso les tenía a más de alguno con dolor de estómago.
Fue menguando la centrífuga fuerza que tenía girando a la pirinola y como borrachita comenzaba a dar sus primeros tropiezos hasta detenerse finalmente con la cara superior que decía: TOMA TODO.
Cuando después de un buen rato dejaron de reír ante la ocurrencia de mago que había tenido Alberto, tomó la palabra muy seriamente.
-Paco, como lo anticipé hace un año, aprovecho la ocasión para agradecer la oportunidad que me dieron al formar parte de un equipo de profesionales de primer nivel. Rubén, agradezco infinito tu mentoría. El día 31 de diciembre, será el último de labores para mí, en la empresa que con gran orgullo pasará a formar parte de mi currículo profesional- Dijo fría pero sinceramente Alberto ante el asombro de Paco, único testigo de las palabras de Alberto poco más de doce meses atrás.
En la vida muchas cosas puedes hacer, menos detenerte.
No hubo marcha atrás. Alberto, “El Caballo Bronco”, había no solamente cumplido su palabra empeñada un año atrás. Había, tomado una decisión de vida. La pirinola había marcado un rotundo TOMA TODO en esa, su última junta de resultados.
Ahora, el último día que marcaba el calendario de ese año, despidiéndose de su equipo de trabajo en sus oficinas…la había puesto a girar nuevamente sin conocer en qué cara caería en cada etapa de su futura vida laboral.
¿Qué le deparaba el destino y su decisión?, no tomada por arrebato, más bien por ser dueño de sus propias decisiones y consecuencias. No sabía qué sucedería, pero cuando menos sabía algo…
Se había armado de valor para salir del sistema de aquéllos que creen manejarlo todo y tener potestad sobre de vidas y almas.
Se equivocaban, su vida y su rumbo estaban marcados por una extraña pero Divina sociedad con Dios.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Siempre tendré el placer de interactuar contigo, sobre cualquier tema tratado en mi blog, en un margen de respeto absoluto. !Gracias por visitarme!