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miércoles, 18 de noviembre de 2015

“¡DECLARO LA GUERRA EN CONTRA DE…!”
Hace meses lo dije; estamos viviendo una Tercera Guerra Mundial “a cachitos”, a pausas.
Y no se trata de que me considere profeta, visionario, experto en geopolítica ni mucho menos. Simplemente (lo dije también), había que “abrir” esos ojos que no sólo son parte de uno de los cinco sentidos de que fuimos dotados los seres humanos en éste mundo terrenal, sino refiriéndome a los “ojos del alma”, aquéllos que nos permiten ver más allá de lo que la realidad material nos infiere.
Esa Tercera Guerra Mundial, la estamos viviendo desde hace décadas, si no es que me voy más lejos y solamente es una continuación de las guerras de toda la historia, solamente que ahora más encarnizada en espacios que van más allá de lo físico terrenal; el espiritual.
¿Pruebas? Baste dar una simple “hojeada” a las redes sociales, mismas que nos da la oportunidad de conocer el pensamiento de todo ser humano que tiene acceso a ellas y que hoy por hoy, es la mayoría de la población mundial, exceptuando por supuesto las zonas más marginadas ubicadas en la ruralidad de las zonas geográficas de cualquier país (desgraciadamente) y que necesitan TRABAJAR Y COMER antes que internet y pantallas regaladas.
Expresiones radicales, denostativas, peyorativas, llenas de irracionalidad, odio y frustración ante eventos desde una localidad de relativa importancia y hasta los que afectan a grandes masas de población (y una que otra hasta familiar), se ventilan por todo el ciber-espacio: “chinga a tu madre”, “muérete”, “maten a los puercos”, “perros”, y muchísimas expresiones mucho más insultantes, se dejan ver todos los días, reflejando lo que la sociedad como colectivo, lleva en su mente, alma y cuerpo.
La gente ya no escucha, ya no habla con mesura, no le importa más que su opinión y todos los demás “están equivocados”. Si condenamos al radicalismo extremo de grupos como ISIS (indefendible por supuesto), deberíamos reflexionar si nosotros mismos no pertenecemos a ese radicalismo del pensamiento que hace que se divida la sociedad y hasta las familias y parejas.
*En las pasadas elecciones me sorprendí al leer cómo, inclusive entre hermanos consanguíneos, se hacían pedazos públicamente por sus diversas ideologías políticas.
A todo eso me refería al decir que estábamos ya en una tercera guerra mundial, no sin dejar atrás lo que ya veía venir… la Tercera Guerra Mundial armada, declarada y oficializada por todos los medios ortodoxos que la hacen tal y que solamente “suenan la campana” para que todos se suban al ring y darse de golpes hasta declarar a un vencedor. Lo que muy poca gente ha comprendido a pesar de lo que hemos supuestamente aprendido en la historia, es que en una guerra no hay vencedores, sólo vencidos. . .
Desde el Vaticano, pasando por Francia (obviamente), Unión Europea, Rusia y tal vez en el momento que estoy escribiendo, ya está declarando la guerra EUA y sus aliados. Lo grave, es que en ésta guerra contra un “enemigo común”, se enfrentarán “equivocadamente” unos con otros (“los buenos” -entiéndase EUA y aliados vs Rusia y aliados-), dando paso a la etapa final del comienzo de la Tercera Guerra Mundial.
En un programa muy conocido, preguntaron el día de ayer al conductor, que cómo nos afectaba esto a los mexicanos, a lo cual contestó “No lo sé”. Que pregunta más inocente y que respuesta más ignorante, pues con una Tercera Guerra Mundial, con las armas de destrucción masiva más diabólicas que hoy han sido construidas, no hay un solo grano de arena en la tierra que quede en su lugar, ante una conflagración bélica mundial. Sin embargo la gente parece no entender la gravedad de la situación.
No voy a hacer un análisis de quiénes son “los buenos” y quiénes “los malos” de ésta película de horror, que pareciera la última de la función histórica material en la humanidad, porque como ya lo dije, no soy experto en geopolítica y eso me invalida para abrir boca en tema tan serio. Simplemente me informo lo más que puedo, en base a todas las fuentes (pro y contra de cualquier tema), para así poder tener un criterio propio de tal o cual tema. Solamente los invito a que analicen, se informen y tomen las precauciones necesarias para “sobrevivir” en la connotación que le quieran dar a éste término, ya sea material o espiritual.
Lo que si les puedo decir (en base a información muy escrupulosa), es que vivimos en un mundo en el que nada es lo que parece. En este caso los grupos extremistas terroristas son, aparentemente el enemigo común al mundo -por cierto con recursos económicos extremadamente fuertes pues controlan más del 60% de la producción y venta del petróleo en el orbe-. Por supuesto que no voy a defender esa cultura (que no religión), infórmense a través de muchas fuentes confiables como Raad Salam Naamam, experto en el Corán, para que se den cuenta que ISIS no es un grupo extremista del Islam -como los hay en todas la religiones-, el propio Islam es extremista a través de las Suras que hoy por hoy “derogan” las anteriores y que hablan de paz, concordia y todas cosas bonitas que escuchamos en un cuento de hadas, dejando exclusivamente las que llaman a la Yihad, dejando con esto una total imposibilidad de hablar, de razonar, de debatir. Por lo tanto, cualquiera que se diga Islamita, “debe” estar comprometido con la Yihad citada, pues caso contrario, sería como nosotros los católicos, sólo “de café”, de tradición más no de convicción y mucho menos de acción.
No quiero con esto decir, que todo aquél que profesa el Islam, debe ser perseguido, encarcelado, torturado y demás barbaries de las que nos asombramos ante esos grupos extremistas, es decir; nos convertiríamos en eso que hipócrita o inconscientemente decimos detestar. Simplemente es una invitación a que tampoco nos dejemos engañar pensando que “los buenos” son los “buenos”, pues hay intereses más que oscuros en las naciones occidentales aliadas para no sólo adherirse a la guerra, sino que la misma desde hace años fue planeada, así como lo fue la “Primavera Árabe”.
No se trata de vivir en el miedo, eso es lo peor que podríamos hacer. Debemos vivir plenamente segundo a segundo y pase lo que pase. A mis propios hijos los he invitados a vivir libres del terror, eso no es vivir. Debemos vivir plenamente en el amor, siendo testimonio de lo que el ser humano debe ser. Así que "nada de miedo" les digo a mis hijos. En palabras de Agustín de Hipona: "Ama y haz lo que quieras". Si analizamos el profundo misticismo de esa expresión, nos daremos cuenta, que siguiéndola fielmente, jamás haremos nada, absolutamente nada mal.
Quiero concluir invitando a todos y todas a que retomemos el camino de los valores que todos hemos perdido y ni siquiera nos damos cuenta. Comencemos por nosotros mismos y lo más profundo de nuestras propias almas, pues caso contrario, jamás veremos evolucionar a ésta sociedad hacia mejores estadios.

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